El mundo entero se detuvo

7 octubre, 2021
El mundo entero se detuvo

Un espejo haría bien en reflexionar antes de darnos sus imágenes

Jean Cocteau Le sang d’un poète

 

Y un día, el menos pensado, el mundo entero se detuvo. Por motivos que suenan a explicaciones técnicas, dejó de funcionar el universo virtual de nuestras representaciones, y eso generó al menos desconcierto. Pero algunas voces en medio de la penumbra se animaron a reconocer: “cuántas cosas hemos perdido en este tiempo que, aprovechando la ausencia de Facebook, Instagram y WhatsApp, hoy sería bueno recuperar”. Esas cosas eran nada menos que hablar entre nosotros, desear y buscar comunicarnos, anhelar sentarnos a conversar, o simplemente tener un rato en silencio para encontrarnos con nosotros mismos.

Finalmente, eso pudo suceder, aunque pensamos que era imposible, y hayamos sido empujados a la angustia de no saber qué iba a pasar, cuánto íbamos a perder y que desorden se iba a producir en nuestra vida sin ellos. Porque desde hace mucho tiempo, las plataformas han dejado de ser nuestras mejores herramientas para ser nuestra cotidiana vida de relación, aun con nosotros mismos. Muy lejos en el tiempo, Cocteau (1933) y muchos otros que “lo vieron venir”, lo expresaron de alguna forma: “nuestra vida es cada vez menos nuestra para ser cada vez más una imagen de nosotros, en la que cada día reflejamos más lo que deseamos ser, pero incapaces de reconocerla”.

Es cierto, y sería una necedad no reconocer , que estas “formas tecnológicas de vida” nos están ayudando a mejorar muchos procesos, pero nos empobrecen otros. Aunque podríamos subrayar algunos temas importantes que no debemos pasar por alto: la vertiginosidad del medio, de la herramienta, hace que nuestro discurso sea cada vez menos reflexivo, movidos por la urgencia y el impulso. Decimos lo que pensamos, pero cada vez pensamos menos lo que decimos. En consecuencia, de esta dinámica irreflexiva, todo se vuelve opinión y cada vez, menos pensamiento. Incluso lo que nos cuentan, ya no es siquiera un cuento, sino un reenvío, de un reenvió, de un reenvío… Y se va viralizando lo que no podemos saber si es realmente cierto.

Un día nos damos cuenta de que el espejo en el que nos miramos, sólo nos devuelve nuestra propia imagen. No quisiéramos afirmar que se trata de aquella imagen que deseamos ver, pero no siempre es la que mejor nos ayuda a pensar y a reconocernos.

Y si por alguna causalidad inexplicable, se diera la casualidad de suceder otro corte en el universo virtual, que no sean los DNS o los conflictos de intereses los que nos devuelvan a “darnos cuenta” de lo importante que somos sin ellos. Recordemos que sigue habiendo un mundo presente, donde la palabra del otro es necesariamente más rica y nos hace bien, porque nos ayuda a recuperar el diálogo, y eso nos enseña a pensar.

%d bloggers like this: