Para reflexionar….¿Qué ves cuando me ves?

7 septiembre, 2021
Para reflexionar….¿Qué ves cuando me ves?

¿Qué ven nuestros hijos sobre nuestro comportamiento como adultos?

¿Qué ves, qué ves cuándo me ves?
Cuando la mentira es la verdad[1]

Muchas veces nosotros sentimos que el mundo cambia tan vertiginosamente, modificando las cosas alrededor nuestro, que pensamos “cómo se perdieron aquellos valores que nos enseñaron nuestros padres”. A veces añoramos diciendo: “el mundo ya no es como era antes”, porque nos sentíamos seguros al salir a la calle, porque nos sentábamos a la mesa a comer con nuestra familia, porque en la escuela veíamos que todos respetábamos cantar el himno, cuando la “seño” hablaba, cuando nuestros mayores nos daban un consejo. Y nos volvimos grandes de repente, y nos convertimos en papás y mamás, y el mundo nuestro cambió.

Pero pensemos por un momento en nuestros hijos. Ellos no pueden dar cuenta del cambio, porque no vivieron esos mundos tan distintos, salvo por los recuerdos que nosotros estemos acostumbrados a contarles. Pero sí, como nosotros, viven un mundo diferente, y parte de ese mundo lo viven a través nuestro, porque de la misma forma que nuestros padres lo hicieron con nosotros, somos su ejemplo, una imagen de lo que ellos están aprendiendo a ser.

No es necesario decir demasiado para saber que los valores no se aprenden por declamación, o por decreto. La vida misma es la que los enseña, porque se practican habitualmente, y sobre todo porque se reciben de quienes ellos tienen seguridad y afecto.  Ese es el mayor secreto que no nos damos cuenta. Nosotros hacemos ese “mundo” todos los días. Por eso cabe la pregunta sobre “¿qué ven nuestros hijos cuando nos ven?”. Respeto, diálogo, tolerancia, ser justos, o…nunca tenemos tiempo, lo nuestro es más importante, ser mas fuerte para hacerme valer, hablamos antes de pensar. La lista es más larga y significativa si nos animamos a imaginarla, y si asumimos el desafío de sentarnos a conversarla con nuestros hijos.

Seguro a muchos de nosotros nos preocupa el mundo que nuestros hijos están heredando, pero démonos un momento para darnos cuenta de que si lo reciben, en principio, es de nosotros y del testimonio que cada uno como sujeto de experiencia, es capaz de dar.

Seguro que vamos a encontrar quien diga que “ya nadie respeta nada”, que “ya nadie se fija si hay una señal de cuidado para el que lo necesite”, que “nadie…”. Pero nosotros somos también ese “nadie”, porque el valor no es sólo lo que pase a nuestro alrededor, sino lo que surja de nuestra propia manera de ser. Y eso es lo que nuestros hijos e hijas ven primero y quieren aprender.

“Y si nos animamos a preguntarles… ¿qué ves, qué ves cuándo me ves?”

[1] Divididos (1993)

%d bloggers like this: